Columna de Opinión | La cultura de la salmonicultura

El pasado domingo 7 de abril se celebró el día mundial de la salud. En un país en el que las políticas públicas de salud han logrado sofisticarse a través de los años, con una de las campañas para combatir la pandemia por Covid más ambiciosas del continente, como uno de los ejemplos más reciente de gestión de salud pública de amplia cobertura, una población con la mayor cifra promedio de esperanza de vida al nacer de las Américas(1),  un índice de desarrollo humano que lo sitúa entre los países con mejor calidad de vida de la región, y una constante premura por asimilarse a los países OCDE,  nos preguntamos ¿los determinantes sociales y ambientales de la salud no son parte de la idea de desarrollo?, ¿la fuente de nuestros alimentos no es un tema de salud pública?, ¿qué ocurre con la salmonicultura y la calidad de los alimentos que llegan a los hogares de Chile y fuera de Chile?

Los salmones se cultivan de forma intensiva en las zonas costeras del país, con mayor presencia de concesiones en las regiones de Los Lagos, Aysén y Magallanes. Durante el proceso de cría los peces son sometidos a procedimientos de engorde en jaulas instaladas en el mar, en condiciones de hacinamiento, mientras se les suministra una alta dosis de antibióticos. En un escenario normal, el tratamiento de medicamento en peces iría de la mano de un diagnóstico veterinario, pero en el escenario de sobreproducción que implica la salmonicultura, los antibióticos tienen un uso preventivo y forman parte de la rutina de alimentación en los criaderos. Para el año 2020 la salmonicultura usó 3.600 veces más antibióticos que la medicina humana en Chile(2)

Los antibióticos que se utilizan en la salmonicultura nacional actualmente son florfenicol, oxitetraciclina, eritromicina y tilcomisina, siendo el primero el más utilizado en la fase de cultivo en agua de mar en los últimos años. Si bien este antibiótico no es usado para tratar enfermedades humanas, puede generar resistencia cruzada a antibióticos que sí se utilizan en medicina humana, representando así un riesgo para nuestra salud(3). He ahí la principal amenaza de la salmonicultura para la salud pública: genera resistencia a los antibióticos y otros tratamientos médicos, por lo que es un potencial problema para bacterias que se alojan en el organismo humano y se tornan inmunes al tratamiento antibiótico. Imaginemos un escenario de epidemia o pandemia como el reciente COVID. Esta resistencia cruzada podría generar impactos a la capacidad de recuperación o resiliencia a los antibióticos necesarios para combatirla, desatando una situación de emergencia pública difícil de controlar. 

Por último, si reconocemos que el medio ambiente es un determinante fundamental de las condiciones de salud, que los costos del cambio climático y su relación con la contaminación hoy en día constituyen una emergencia a nivel mundial, y que Chile presenta 7 de las 9 características definidas por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) como factores de vulnerabilidad ante el cambio climático, debería resultarnos al menos alarmante el impacto de la salmonicultura en las aguas de la plataforma continental del país. 

Los antibióticos, ya sea que fueran suministrados a los salmones mediante alimentos o através de “baños”, afectan la flora y fauna marina a causa de los residuos que dejan en el agua, lo que se facilita gracias a las corrientes presentes en las costas de Chile, las que van de norte a sur y en sentido inverso. A ello se suman los múltiples desechos que son vertidos en el mar sin reserva por parte de las multinacionales extranjeras que operan en el sur del país, con un modelo de economía de escala que produce niveles inusitados de salmón para el consumo local y para exportación. Se trata de una sobreproducción descontrolada que atenta contra las personas, contra los ecosistemas, y transgrede de forma obscena los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y las políticas asociadas a ellos, de las que Chile forma parte y con las que tiene compromisos vinculantes. 

El detalle no menor es que los cultivos de salmón han ido ganando terreno sobre áreas geográficas protegidas y superpuestas con maritorio de pueblos originarios, con lo cual se pone en discusión el poder fiscalizador del Estado frente a un modelo económico en el que los protagonistas, grandes monopolios y oligopolios con presencia internacional confrontan la institucionalidad operando en los espacios grises que la normativa no regula, o bien, no cuenta con mecanismos sancionatorios eficientes. 

Estamos hablando de una industria consolidada que lucra con una especie exótica introducida en la gastronomía chilena a fuerza de publicidad engañosa sobre los beneficios de la ingesta de salmón, y motivada por el lucro desmedido y no sostenible. No quedan dudas y sobran motivos para terminar con la cultura de la salmonicultura, pues además del impacto ambiental negativo de la cría de salmón y los efectos nocivos para la salud de los consumidores, es urgente el planteamiento de la idea que abre la posibilidad de prohibir el cultivo industrial intensivo de salmones, hito que se ha logrado en algunos países del mundo(4), mientras tantos otros aún luchan por erradicar esta industria. 

La salmonicultura, tal como la conocemos, es un problema de salud pública.  Un modelo  alternativo no sólo es posible, si no que es necesario para dar un paso importante en la transición hacia un  paradigma de producción y consumo que respete la finitud de los recursos naturales y que demuestre la eficiencia de la institucionalidad ambiental y sanitaria de una vez por todas. 

Florencia D. Vega.
Analista en políticas y asuntos internacionales
ONG Defensoría Ambiental

 

Referencias:
(1) Organización Panamericana de la Salud (2021).
(2) CIPER (2023)
(3) Oceana (2020). Alto uso de antibióticos en la salmonicultura chilena ¿por qué debería importarnos?
(4)  La provincia patagónica de Tierra del Fuego, en Argentina, logró prohibir la salmonicultura en aguas provinciales, marinas y lacustres por voto unánime en el año 2021.

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