
10 Mar Columna de Opinión | Dedicamos la conmemoración del 8-M al pedido de justicia y aparición con vida de Julia Chuñil
La historia de Julia Chuñil (72 años) nos conmueve hasta los huesos. A 4 meses de haber perdido completamente su rastro, no dejamos de clamar por su aparición con vida, junto a su perro Cholito. No hay pistas de su paradero, no hay huellas, no hay responsables. 6 años de amenazas documentadas, y NO HAY RESPONSABLES.
Julia fue hostigada, incordiada, desaparecida con total impunidad. Se escribieron comunicados, se organizaron marchas en todo el país, se enviaron cartas a las autoridades. Su familia se querelló. El Estado implementó protocolos especiales para su búsqueda en medio de una burocratización absurda que dilató la toma decisiones. El secreto de investigación que mantenía Fiscalía está hoy vencido, pero el acceso a la carpeta ha sido complejo, demorado, poco práctico.
Julia, además de conmover, nos moviliza y nos agrupa, nos acuerpa. Estamos seguras de que nuestra acción organizada es un bastión de justicia, y que acerca la justicia ambiental a los lugares donde desde hace tiempo, el modelo económico hizo mella y extrae recursos, desangra la tierra, y contamina la sangre.
El trabajo por la justicia ambiental y por la defensa de los derechos humanos es una labor colmada de sentimientos positivos, de momentos gratificantes, de vínculos construídos que nos dan fuerzas, compañía, que nos permiten abrir los ojos y poner los pies y las manos en la tierra, la mirada en el horizonte, y en los/as otros/as que nos rodean, lo cual es un lujo en una sociedad en la que priman las interacciones mediante pantallas. Sin embargo, todo esto no nos debe cegar: las personas defensoras están (estamos) expuestas a riesgos, a amenazas de todo tipo. La autogestión que implica enormes esfuerzos por financiar la protección de la naturaleza y contar con un sustento económico para nuestra supervivencia y la de nuestras familias, nos vulnera doblemente.
La violencia en el caso de las mujeres, está aún hoy invisibilizada, las estadísticas no la representan de forma fidedigna y faltan datos sobre vulneraciones de derechos, hay informes que se descontinúan por decisiones políticas y cifras que se adulteran. Se nos amenaza en tono de “broma”, hasta que las bromas se convierten en amenazas, las amenazas en agresiones, y las agresiones en homicidios y desapariciones. De todos los casos existentes, muy pocos logran ser denunciados, medidos, o documentados. Las soluciones vienen, como siempre, del campo popular y del activismo de datos.
Dedicar nuestra vida a la defensa de la tierra, de la naturaleza, y de quienes la defienden, no significa estar dispuestas a ofrecerla como sacrificio. Julia Chuñil Catricura es una víctima de la desidia del sistema, de la normalización de la violencia, y de no tomar el peso a la labor de las personas defensoras y al riesgo en que se encuentran, por lo que aún con la implementación del Acuerdo de Escazú, nos encontramos en una situación de vulnerabilidad que se agrava por ser mujeres, indígenas, pobres, afrodescendientes, y por cumplir labores de cuidado, entre otras cosas.
Vivimos en la región más peligrosa del mundo para las defensoras de la tierra. ¿Cuáles son esos peligros en Chile? Los mercados criminales, la impunidad de quienes atentan contra la naturaleza, la corrupción, el terrorismo, Juan Carlos Morstadt Anwandter, la ambición sin límites por el dinero, los residuos de la dictadura militar que desoló al país por casi 2 décadas y el peso con el que hoy aún cargamos. El intento reiterado de relativizar este tema, con el discurso de que hoy tenemos otras urgencias, nos invisibiliza.
Al mismo tiempo, la denominada “crisis de seguridad” que ocupa una buena cantidad de horas de debate en los medios de comunicación desde hace mucho tiempo, y que es justificación para el peligroso viraje hacia la derecha de espacios políticos predominantes en el espectro chileno, con poder de formar opinión y posicionar temas, es también el marco en el que en Chile desaparecen personas, en el que la actividad industrial contamina el aire, el suelo y las aguas coartando el derecho a la salud, generando in-seguridad alimentaria e hídrica. Los modos de operar de las grandes corporaciones extractivas son similares a los que utilizan las bandas criminales para ejercer poder y control territorial, pagando por el silencio o la complicidad de los habitantes del territorio, y eliminando a quienes no estén dispuestos/as a ceder en favor de los intereses empresariales. Si abordáramos el problema con la misma seriedad, entenderíamos que es un tema prioritario en la agenda.
La política está sometida a un modelo neoliberal, de éxito, extractivismo, y colonialismo. Los movimientos anti-derechos hoy interpelan la agenda de igualdad mientras parece que retrocedemos en el tiempo, y es increíble la forma en que nos retrotraemos a debatir consensos sociales que son fruto de luchas de otras épocas, derechos ganados que están en peligro.
Los proyectos industriales altamente contaminantes concesionados a otros países dentro de territorio chileno, son un asunto de seguridad nacional y deben implicar al sector defensa. Estamos hablando de lógicas que comprometen la seguridad de las personas defensoras, pero también del Estado, y queremos que lo vean de esa forma para que la alarma les mueva a tomar medidas y detener esta espiral de inseguridad que nos amenaza a todos/as.
No queremos hacer memoriales, no queremos más mártires, no queremos lamentar la muerte de más dirigentas y defensoras. Sí queremos establecer puntos de cuidado, espacios seguros, prácticas de protección colectiva, y una justicia transparente y eficiente. Queremos que los agresores sientan que no habrá impunidad ni indulgencias, y que sepan que estamos atentas, pendientes, y unidas en la lucha.
Putreguel busca a Julia Chuñil, la busca Chile, y el mundo clama por su aparición con vida y por echar luz sobre las causas de su desaparición. Hoy 8 de marzo, nos movilizamos por las mujeres, por la justicia, por la naturaleza y por todas aquellas que hoy ya no pueden marchar, porque les coartaron la vida.
A la memoria de Macarena Valdés, Nicolasa Quintremán y todas aquellas mujeres a las que se les arrebató la vida por cuidar la vida de todos/as nosotros/as.
#Si algo me pasa, ya saben quiénes fueron.
Florencia D. Vega
Politóloga
Defensoría Ambiental
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